martes, 25 de marzo de 2008

Apuntes sobre el plagio (III)


Por Juan Carlos Onetti

Comienzo estas líneas con el reproche que me nace desde los huesos y la memoria; e insiste: estoy plagiando. Tal vez se trate, en verdadera literatura, de un pecado grave pero que en nada molesta a un articulo que se proclama periodístico. Porque todos sabemos que Shakespeare robó temas sin reparar en tierras o épocas. O, trasladándome a otras estaturas de la inteligencia, recuerdo a Jorge Luís Borges declarando junto a la tumba de Macedonio Fernández sus gozosos plagios de los decires y escritos de aquel hombre que nunca existió, que fue y sigue siendo una broma metafísica. En los casos citados, sin discriminaciones de importancia, los ladrones mejoraron lo robado. Como decía mi amigo inseparable, Anatole France, el plagio queda justificado cuando involucra al asesino. Pero esta incertidumbre no suprime ni atenúa la inquietud referida al principio. Estoy sabiendo, sin pruebas, que alguien escribió, no sé cuánto tiempo antes, el articulo en que estoy trabajando …

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