jueves, 27 de marzo de 2008

Lluvia


Siempre me gustó la lluvia, pero no ayer, de pronto eran las 10 de la mañana y yo esquivando gente y charcos por 18, pensé que era fácil llegar al 1409 debería ser a la altura de Acevedo Diaz, pero me equivoque y salí aún mas lejos de lo que podría si hubiera seguido mi calle hacia arriba. Según mis cálculos faltarían no menos de 15 cuadras.

Al principio miraba ansioso los carteles con la numeración pero fui perdiendo la fé y solo de vez en cuando giraba la cabeza buscando mi ubicación.

Pensé en regresar a mi casa pero un impulso aún mayor me obligaba a ir hasta el 1409, de mientras me dedique a disfrutar de la lluvia cada vez mas intensa.


Lo que no pude disfrutar (y aquí el problema) fueron los paraguas, esas armas blancas que generan mas problemas que soluciones al portador y no menos inconvenientes al mero transeúnte; Lo peor sucede con la bronca que genera el ver estos adminículos portados por damas mayores caminando bajo los techos de los comercios al paso “miro escaparates”.

Y después se quejan si uno los trata (viejas y paraguas) con violenta delicadeza.

-señora, si tiene paraguas no vaya abajo del techo, déjenos a los que no tenemos.

-…

Con cara de culo siguió caminando sin apenas modificar su paso o su trayecto.

La furia era cada vez mayor, la tormenta no, porque ya perdía las expectativas de superarse, fue así que comencé mi batallita.

Primero eran golpes a los paraguas, corriéndolos, manoteándolos, haciendo lo que fuera para preservar mi ojo y mi dignidad. Las viejas miraban para atrás como no entendiendo, yo certero me escapaba por la derecha.

Una vez, otra vez y otra…

-¿Que haces, maleducado?

- molesto viejas pedorras

- atrevido!!

- no gaste energía siga caminando, que el paraguas tiene mas vida útil que usté.


No llegue a escuchar lo que su boca arrugada me decía pero por las dudas la salude con un último: “puta”.

Ya cada vez faltaba menos para el1409, mi única baja había sido una punta de paraguas en el cuello mientras cruzaba Minas, mi respuesta: una piña al paraguas que no llegó a destino y la vieja de mierda se debió sentir triunfante. Yo por lo pronto cada vez mas enajenado, pensé ir por Colonia pero me supuse que seria lo mismo y además no estaba bien abandonar mi guerra, así como así, me sentiría un traidor o un cagón.

-Pero, pelotuda con mando a distancia, metete el paraguas en el orto.

-Callate atrevido de mierda.

Me callé porque ya era inútil discutir con la veterana que seguramente la última vez que se la deben haber puesto habrá sido por allá en los años que se quebró la tablita y desde entonces ni mu.

Al fin llegué al 1409, entre y me sentí a salvo de paraguas, la lluvia empezaba a parar.

El local era grande, digamos que una librería grande pero de mal gusto sus títulos, no de las que prefiero para ir a comprar un libro, además las empleadas eran cuarentonas sin mucho arreglo, no desaliñadas, pero sin mucho arreglo y con cara de funcionarias públicas. Me atendió la más histérica de todas.

-Hola vengo por el trabajo que ofrecen en el diario, traje mi currículo

-¿Esperas acá? Te entrevistan

- ¿acá?

- Si, acá.

-bueno

Pasaron alrededor de cinco minutos, los cuales me quede para ver si afuera terminaba definitivamente de llover.

Me llamaron y entre al despacho del que manda allí.

Eran dos escritorios sin computadoras, apenas unos papeles y lapiceras, una persona en cada escritorio, los dos petisos, pelados, panzones y de camisa blanca. Hablaban marcadamente gallego. El primero me invito a tomar asiento.

El segundo ya se iba pero atino a preguntar.

-¿está lloviendo afuera?- como incrédulo, como si fuera algo extraño, algo nunca visto, como si no hubiera llovido los cuatro días anteriores.

“no, me gusta bañarme con la ropa puesta, gilipollas” pensé

-si un poco, pero esta parando.- dije.

Luego de mi exposición acerca de mis horarios indeclinables y de que ellos tenían dos turnos uno en la mañana hasta las cinco de la tarde y otro en la tarde hasta las nueve y media de la noche, y que el que trabajara debía poder cumplir cualquiera de los dos turnos, me imagine que ese trabajo me era imposible como la chorrada anterior.

Pensé insultar al gallego por que nada iba a perder, pero me contuve, me habló, no lo escuché, me levanté y me fui.

Salí del despacho, en la librería había dos veinteañeros con cara de nada esperando a que el gallego los llamara.

Escupí, mercado laboral mal cogido.

Afuera los paraguas amainaban.

2 comentarios:

  1. mal educado, ya te trataran, ya cuando seas un viejo repelente

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  2. no!!
    sin palabras.
    la verdad q me imaginaba la situacion y me mataba de la risa
    a quien no le paso tener un dia asi..??
    bueno te felicito
    nuevamente..pero cuidado con los petisos q yo formo parte de la comunidad..jajjjaa.
    te dejo tamb mi msn
    dle?? es fefas19@hotmail.com.
    beso stephani

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